FABIEN MIGNY
Si Fabien Migny, chef propietario de un gran capital de experiencia y educación gastronómica, no fuera como es, entonces sería el cocinero más lastimado y sangrante del mundo. Tan lastimado como toda esa gente que se tira a la calle diariamente a expresar con toda razón sus indignaciones y quejas por las pésimas condiciones de los servicios de interés público que reciben.
Pero por suerte para la gastronomía francesa en Panamá, Fabien no es para nada así. Porque su tenacidad y distinción, a pesar de nuestras arritmias y fibrilaciones laborales, sigue Fabien en pié nuestro amigo Fabién, inconmovible como roca de granito, fundando cada interminable día que pasa, el logro eventual en Panamá de una organización profesional del personal de cocina y comedor como las que aprendió como estudiante en la Ecole Hotelliére Belliard y luego como trabajador profesional de cocina por aquellos años allá en París, bajo la dirección de Joël Robuchon, quien desde decenios es beneficiario de un firmamento plagado de docenas de estrellas Michelin.
Es un placer escucharlo a Fabien narrar de aquellos tiempos su desempeño responsable, ético y puntual junto con el personal de cocina de quienes fueron sus compañeros de estudios y trabajos.
Para mí ese Paris de trabajo a conciencia cabal, artístico y artesanal no es otro mundo como se piensa aquí, porque es objetivamente el verdadero mundo. Aun más. Es el único mundo posible que aquí en Panamá y en demasiados otros países todavía es visto y desestimado como si fuese el otro mundo… inalcanzable y extraño.
Me sorprende y me agrada que también aquí en Panamá como en muchas otras partes del resto del planeta, las gentes por multitudes se lamenten e indignen por la corrupción, por la irresponsabilidad y por la indiferencia generalizada hacia los intereses de la comunidad.
Y sobre todo que se lamenten por la ausencia casi absoluta de prácticas responsables de trabajos y resultados de interés social y público. Lo cual implícitamente significa que sus lamentos provienen del sufrimiento ocasionado por la ausencia de trabajo en equipo y basado en éticas de rendimiento y de puntualidad. ¡Una belleza es la conciencia humana!
Me agrada porque el lamento justificado de quienes no son inocentes es un buen paso inicial para proceder seguidamente a hacer las cosas como debe ser.
Y me sorprende porque la solución existe y la conocen todos…aunque no la practiquen… o peor aún, aunque no la quieran.
Y esa solución basta buscarla para encontrarla si vuelves a leer lo que antecede.
Salud.
Flavio.
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