Santiago Fernández Lena, Flavio Velásquez,
Andrés Madrigal, Alberto Hernández Lopo y
Héctor Soucy.
¿Por qué Panamá?
Ninguna razón es mejor que otra para venir a Panamá. Cada interesado en asentarse aquí tiene las mejores razones del mundo. Para mí todo el grandioso elenco de buenos motivos que circula aquí y en el mundo a favor de nuestro país está muy bien pensado y es completamente acertado. Como por ejemplo, entre muchos, los siguientes. La estimulante calidad institucional de la administración pública y privada en su funcionamiento amistoso a favor de los negocios. La gente que en general a todos los niveles sociales actúa cotidianamente sin complicaciones ni distracciones de supervivencia existencial. Una manera sedosa de comunicar tiene el panameño al inter actuar con los demás. Y también muestra un comportamiento no violento en la calle cuando expresa sus indignaciones e impaciencias en la defensa de los logros alcanzados a beneficio de sus niveles de vida y el reclamo justificado y sistemático por su mejoramiento. O sea, la protesta social en Panamá no es el grito sin esperanza de quien cree en el colapso final, es más bien el grito firme de quienes saben que “si no lloran no maman” y que por tanto pueden mejorar llorando para no perder sus mejores citas con el futuro. Ese modo de ser ha funcionado siempre. Por supuesto, la ampliación del Canal. Además, la seguridad colectiva es percibida aquí como menos preocupante que el promedio regional. El clima. La modernización de todas las infraestructuras de comunicación y transporte. Y el ejercicio técnico y social muy generalizado de lo que es la comunicación inter-personal, no solo por la facilidad participativa y popular que ofrecen los “medios de contactos sociales”, sino porque en este país existe la práctica histórica de la libertad de acción y de iniciativa individual a ultranza con poquísimas restricciones de cualquier tipo. Esta libertad absoluta de hacer y transitar a lo largo de una historia moderna y antigua que ilustra sobre todo el predominio total del interés privado sobre los intereses comunes. Esta práctica no legalizada sigue en pié hoy más fuerte que nunca, sin que el país colapse en el caos, por algún juego de contrapesos de los intereses privados entre sí. Sin embargo el crecimiento de los negocios y los aprovechamientos de las oportunidades se empinan ambas hacia arriba.
A propósito, esta noche en la mesa de Madrigal, escuché a tres jóvenes empresarios y profesionales extranjeros de gran añada expresarse de manera unitaria y uniforme en términos elogiosos a favor de Panamá, lo cual frente a la excelencia de sus valores profesionales y culturales, junto con la estrepitosa bondad de la cocina de Andrés y la bella arquitectura ambiental de este restaurante y del Casco Viejo de la ciudad de Panamá, hizo de esta cena para mi uno de esos eventos escenográficos que adornará mis Memorias tardías con el júbilo triunfal y glorioso de los Grand Finales Felices de las óperas verdianas…
Salud.
Flavio.
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