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viernes, 27 de mayo de 2011

"LA CASA DE SAN FRANCISCO" Viernes 27 mayo 2011

Los extra terrestres están aquí.
Parece que nos gusta a nosotros los humanos hablar de manera incomprensible sobre la arquitectura de nuestra propia humanidad. Este es un resultado sabio que corresponde de manera exacta con la imposibilidad de comprender la vida. Este ejercicio verbal es cotidiano y tiene siempre como fundamento un fuerte impulso emotivo de afectos cruzados sobre la vida y lo viviente. La identidad que revelamos sin darnos cuenta en nuestra conducta diaria es la de anti-terrestres que estamos colonizando desde hace diez mil años, de manera depredadora y destructiva, este planeta. Somos esa especie alienígena, que nos autodenominamos “sapiens”, quienes como en una inmensa Las Vegas planetaria, practicamos juegos de azar apostando contra la salud y la supervivencia total de todos los seres vivientes, incluyéndonos. Esto pensé mientras miraba desde mi silla de madera hacia afuera del ventanal de vidrio que da sobre los árboles muy verdes del patio del restaurante La Casa de San Francisco, en la calle Belén,  y a contra luz, también miraba los rostros de los inconmensurables amigos Toño y Toti…  pensé y pensé…  además… en el horror que los extra terrestres somos nosotros y entonces... Por suerte, cuando sentí el presentimiento de estar a punto de recibir la revelación de algo grande, interrumpió mi visión trascendente la hermosa aparición de Loretta, la dueña de casa, para sugerir, adivinando nuestros gustos más exigentes, las entradas y platos más cautivantes que pudiésemos imaginar. Y después… la magia del Pesquera Crianza 2006 y del Chardonay Caliterra Reserva, maridada con una comida de enaltecido arte y calidad reconfiguró en mi una nueva visión sobre los frutos de esta tierra. Y pensé por eso que la vida es incomprensible para la mente humana. Porque la admiración y el placer que sentimos nosotros tres frente a esta cocina, a estos vinos y a nuestros propios afectos y palabras, son privilegios invaluables que tendrían que pertenecer por igual a toda la humanidad como patrimonio universal… Y el verdadero terror entonces resultó ser para mí que no lo son… al menos todavía.
Saludos.
Flavio.

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