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miércoles, 3 de noviembre de 2010

"CAN MASOLIVER" 21 agosto 2010.

También al amanecer se despiertan las buenas ideas.

TEMA.
Islas Fantasmas vs Islas Fantásticas.

“El Cartel del Sábado” se reunió para almorzar en Can Masoliver en el barrio de El Cangrejo, Ciudad de Panamá, el sábado 21 de agosto de 2010.

ESCOGIMOS: “Menú Especial de Bacalo”.

BEBIMOS:  un Pesquera Crianza y cinco Marques de Arienzo Reserva.

PARTICIPAMOS: El Rey Gilles, El CEO Héctor, Sir George, Carlomagno, El Príncipe Rodrigo, Gianni, Rubén y yo.

Ocho personas y seis botellas. Un nuevo record en moderación. Disfrutamos más que nunca la magia, la pasión y la sensatez que despliega este grupo que hoy bautizaré como <El Cartel del Bacalo>, si me permiten este cambio de título, sólo por esta vez para evocar la Isla del Bacalo, o “Terras do Bacalhau”. Una de las muchas Islas Fantasmas las cuales no deben confundirse con las Islas Fantásticas porque estas son producto de la ficción literaria. Mientras que las Islas Fantasmas aparecen dibujadas en mapas históricos pero no existen. Entre ellas la “Isla del Bacalao”, la “Isla de los Demonios” y la “Isla de la Piedra Negra”. Por extensión afirmo que El Cartel del Sábado le hace renovado honor a su nombre porque nuestro Cartel existe de manera muy diversa a los inmortalizados por las liturgias de Hollywood. Propongo algunas evidencias. En primer lugar, el desafortunado evento que lastimó a uno de nuestros miembros hace dos sábados cuando fue objeto de un atentado personal perpetrado por las fuerzas combinadas de un aguacero y un modelo “trendy” de zapatillas inadecuadas para frenazos atléticos y repentinos. El resbalón le fracturó el peroné. Ahora tiene una placa, cuatro tornillos y muletas. Y al siguiente día, el mismo entrañable compañero, fue además víctima de una estúpida intriga disparatada que lo cercó por pocas horas. Y toda la patraña amenazante se disolvió en la nada como las Islas Fantasmas que desaparecieron de los mapas. Lo cual reafirma de manera concluyente que ni las ciegas fuerzas de la naturaleza, ni las de la fatalidad del destino, ni las de las ficciones perversas de envidiosos pueden asimilar a ninguno de los miembros de El Cartel del Sábado a los siniestros personajes de los films y crónicas del género. Porque los miembros de El Cartel de manera deliberada hacen funcionar sus vidas y negocios como debe ser. Somos al mismo tiempo cambio y restauración de tradiciones. Somos quienes le hemos dado a nuestro nombre la dignidad de su origen antiguo, cuando los primeros patrones emprendedores de hace algunos siglos utilizaron cualidades parecidas a las nuestras para inventar el capitalismo. Ellos, como nosotros, competían, discutían y llegaban a contratos sensatos para uniformar y fortalecer sus conductas comerciales. Fueron aquellos los tiempos disciplinados de las corporaciones y cofradías medievales y sucesivamente, al amanecer de las industrias, de los empujes invencibles de los carteles oligopólicos. Tiempos heroicos aquellos parecidos a los de hoy, de riesgos terribles, de implacables fatalidades y de catástrofes sociales y naturales. Pero el significado profundo de la palabra cartel que se olvidó queda hoy enraizado en la crónica expuesta en estas Actas como impronta de la inteligencia, de la bondad y de la destreza industriosa de este grupo. Y ese es el contenido que hoy pongo en evidencia para reforzar el debate sobre nuestro nombre, tan cuestionado por las complacencias mediáticas de moda. Y ese contenido enaltecedor en la palabra que nos nombra no tuvo nada que envidiar al contenido enaltecedor de los platos que degustamos. En primer lugar los aperitivos. Ellos fueron, carpaccio de bacalo catalán, dos órdenes de buñuelos de bacalao, tiritas fritas de bacalo, tortilla de bacalo y palmitos de Capira sin bacalo. El ambiente estuvo buenísimo como el pan de la casa. Y como Carlomagno, quien después de su operación, cada vez de manera más intensa muestra un revestimiento iluminado de salud y carisma. Reveló que lee a Arturo Pérez-Reverte. Hoy se levantó Carlomagno de madrugada y sorfeó en Coronado por cuatro horas, rodeado y coronado de memorias ilusorias que, como el nacimiento de Venus sobre la espuma encrespada de la olas, tomaban a su alrededor formas poderosas y cuerpos fantásticos. Es un hombre enorme de fuste templado que muy pronto si sigue como va podrá ser calificado de esbelto. Además, muestra capacidades elocuentes para defender los servicios de seguros de las indignadas expresiones de Sir George y que me hace recordar la sentencia reveladora de Chico Marx cuando su media naranja lo sorprende, en el film Duck Soup, con “la otra”; y le dice Chico: “Querida. ¿A quién vas a creer? ¿A mi, o a tus propios ojos?” Es mi frase de lujo. Quiero decir que Carlomagno tiene toda la sabiduría del género masculino más avanzado, como el resto de los miembros de El Cartel. Sin embargo, por otra parte, es muy convincente el razonamiento sevillano contra los seguros, taconeao y zapateao por Sir George. La verdad es que hay demasiadas anécdotas fuertes en circulación, a parte las suyas, al respecto. Pero frente al argumento de Sir George “yo vendo cosas tangibles, copas de cristal y platerías, que tú puedes ver y tocar”, no hay nada que decir. Eso es contundente. Aunque las cosas que no se ven, si no son como las islas fantasmas o fantásticas, existen en realidad de manera escurridiza. Pero existen, como las ficciones judiciales, las promesas, los seguros, las apuestas y los préstamos. Y si bien no abrí boca en este tema, aprovecho el silencio de mi cuarto para decir ahora lo siguiente: el servicio para suplir “efectivo a la vista” que prestan las tarjetas de crédito se paga a un precio alto porque la demanda de dicho servicio es casi ilimitada y que además incluye una cobertura de riesgo. Este sistema funciona muy bien porque ha sido estructurado eficientemente para satisfacer un negocio de gran volumen. Es decir, es un negocio que cubre eficientemente una necesidad universal. Por otra parte préstamos bancarios no cubiertos por ninguna garantía no pueden existir técnicamente a las escalas y volúmenes en que existen los servicios que prestan las tarjetas de crédito. Quizá esto aclare que los servicios son tan reales y se pagan, como las copas de cristal, aunque no se vean y aunque el sentimiento por dolores ocasionados por estafas no sea fácilmente sanable. Héctor trató varias veces de ponerse del lado de Sir George para lo cual tuvo que subir la voz y decirle: “Te voy a dar la razón y no me dejás hablar”. Sir George como su célebre ancestro lucha aún contra dragones reales que algún día dejarán de existir para transformarse en memoria. Yo pienso que al final del día el bien siempre triunfa sobre el mal. Rubén anunció que el próximo sábado 28 de agosto a las 8pm de la noche será la celebración de 15º aniversario de Los Años Locos. Por lo tanto la reunión de El Cártel del próximo sábado será en Los Años Locos y se pospone del medio día a la noche y, en consecuencia, el próximo sábado El Cartel podría tener su propia sede en algún lugar de Los Años Locos. Mientras comía un buen trozo de chuletón, al Rey Gilles le explotó en la panza, a la altura del ombligo, un bellísimo botón tornasolado de madre perla pura. El Príncipe Rodrigo está por abrir nuevamente su restaurante. Pero tendrá otro nombre que no ha sido inventado todavía. Nos sentimos esperanzados por los postres de Paloma, por lo menos. Y Gianni no habló, se fue de primero, como siempre, y dejó al marcharse una estela abundante cubierta con nuestro aprecio y admiración. El dueño de casa, Masoliver, fue parte fundamental de El Cartel este sábado de bacalo. Es definitivamente una persona interesante y simpática. Rubén habló del innovador restaurante Luna y del Rey Midas. Le parece a Rubén y, sobre todo a Masoliver, que la carne a la parrilla en Luna es digna del más exigente gusto argentino. Dicen que son cortes grandes y de comprobado nivel prime. Por lo que el gran Masoliver no quiso quedarse con menos brillo que la Luna y nos presentó dos chuletones (Rib Eye) prime, con hueso, de 900 gramos cada uno que fueron excepcionales. Fueron excepcionales también dos paellas de bacalao, un magistral zaino (puerco de monte, quizá jabalí) estofado con arroz blanco y un guiso de pierna de cordero, delicado y silvestre. Para finalizar, varios postres de primera. En especial la explosión de chocolate, o sea, un fondant con helado. Pero también dos órdenes de canelonis (crepes) en crema de piña digno de una condecoración del Rey Gilles. Dos cremas catalanas (crême brulé), mouse de chocolat y tiramisú. Abrazos. Flavio.





 

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