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miércoles, 3 de noviembre de 2010

"CHEZ CORSUNSKY" 9 octubre 2010.


ATACAMA - Valle de la Luna - Puerta a las Estrellas.


Acta de El Cartel
del sábado 9 octubre 2010.
Tema:
El Sentido de la Vida.


Fue esta una reunión, como todas las otras, en la cual se reitera nuevamente el culto de nuestro club por la buena comida, los grandes vinos y los mejores amigos posibles. En esta sin embargo, a diferencia de todas las otras, disfrutamos de la excepcional y bellísima vista de la Bahía de Panamá que se contempla desde la residencia de Martín ubicada en un edificio de elevada altura, sobre la Cinta Costera. Y yo que en mi larga vida he visto tantos paisajes de ciudades marinas excepcionales les aseguro con mi testimonio de hoy que este paisaje de la Bahía de Panamá desde la casa de Martín es uno de los más bellos del mundo. Además les confieso que la Bahía de Panamá se deja querer y es fácil de querer porque tiene esa seductora complacencia humana de algo tan accesible y frágil que con una sola mirada la puedes llevar a la intimidad de la recámara o de la sala. Fue la Bahía de Panamá el noveno miembro de nuestra reunión de hoy. También celebramos el regreso y la bienvenida de nuestro enfático Chairman Mau, recién llegado de un largo viaje y a quien felicitamos por su reciente cumpleaños. Estuvimos presentes: Gilles, Martín, Rodrigo, Héctor, Mauricio, Enrique, Eduardo y Flavio. Al no estar presente Sir George, entonces nuestro querido CEO Héctor se auto declaró inexistente. Y nadie asumió el grandioso duelo dialéctico jegueliano de tesis contra antítesis, al cual ambos amigos nos tienen acostumbrados. Nos hizo falta ese drama de vida en vivo que es una liturgia fundacional de nuestro club. Rodrigo sigue tentándonos con la próxima apertura y degustación del menú de su nuevo restaurante, cuyo nombre es invisible e innombrable por el momento. La cocina estuvo a cargo de Eduardo y Martín. Se lucieron ambos. A pesar de la juventud combinada de los dos, el resultado final de sus esfuerzos y buen gusto mostró para el agrado de todos una experiencia acumulada de siglos. Se les felicita por las atinadas atenciones que prestaron al grupo, muy bien laboradas y logradas. La Colita de Cuadril estuvo genial y abundante, acompañada de papas horneadas. Pero los abre bocas iniciales prepararon el ambiente y los ánimos que alcanzaron su clímax cuando se presentó finalmente la espléndida colita. En fin, iniciamos con el célebre paté que Gilles nunca entregó a Jorge. Un paté fresco casi recién hecho de tierna textura y bajo contenido de sal. El cual se acompañó con un Late Harvest Concha y Toro Reserva Privada que estuvo apropiado y un Surançon douce, admirable también, ofrecido por Gilles. Grande estuvo también el jamón y el chorizo de bellota y los quesos cremosos. Los vinos, como siempre fueron todos libados de manera inmisericorde. A saber: dos Joffré Grand Cabernet Sauvignon, un Séptima Gran Reserva, un Conde de los Andes. Todos estos de Argentina. El último, el que mencionaré de seguido, no.

Este vino divino vino de La Rioja española. Una geografía física poblada de pueblos y empresarios civilizados. Que han sabido practicar desde hace milenios el difícil arte de adecuar técnica, ingeniosidad y trabajo al carácter de la madre tierra. Ese vino que bebimos y del que hablo ahora vino de terruños cercanos a la lujosa Ciudad del Vino de Frank Gehry que comparte taquilla y platea con el vecino Guggenheim de Bilbao. Un vino de esa tierra de por allá de por los lados que quedan al sur de Haro y por las afueras de Briones, ciudad en donde se encuentra el increíble Museo de la Cultura del Vino de la Dinastía Vivanco. Se trata de un vino curioso y exclusivo de la Colección Vivanco y etiquetado como Cuatro Varietales, reserva numerada firmada por Rafael Vivanco (70% Tempranillo, 15% Graciano, 10% Garnacha y 5% Mazuelo) Curado durante dos años en barricas francesas nuevas. Un verdadero vino grande, raro y muy especial, preparado con los métodos más tradicionales de crianza para enaltecer el terruño que produce esas cuatro varietales de uvas regionales provenientes todas ellas de la Finca El Cantillo, propiedad de la Bodega Dinastía Vivanco desde hace cuatro generaciones. Producción de pocos miles de botellas, todas numeradas y en su propio estuche. Un vino de colección regalado por Rubén a Héctor con motivo de su pasado cumpleaños celebrado el sábado ante pasado en el bar de Los Años Locos. Y termino reconociendo el gesto religioso de Gilles al santificarnos en esta reunión con el film “La Grande Bouffe” de Marco Ferreri proyectada en la gran pantalla LCD de Martín. Un film hecho con trozos de literatura y citaciones estatuarias provenientes de la mejor plástica romana y flamenca. Se trata de la historia gastronómica y escatológica de un suicidio colectivo diseñado para ofender a toda la humanidad, como aquella otra monstruosidad genial, obra del famoso grupo Monty Python, me refiero a la película “The Meaning of Life”. Ambos films enseñan de manera heroica la fe más irracional posible a favor de nuestra grandeza universal, producto de un maridaje formidable entre cuerpo y espíritu que solo nuestra extraordinaria humanidad hace posible. Grandeza humana que a pesar de sus vómitos, excrementos, sangre derramada y cruel locura, sabe inventar en medio de todo eso, usando la materia física de la creación, una lujosa riqueza material y un buen gusto culto y erudito. Es esa nuestra civilización material y estética que persiste contra todo embate del dolor, del asco y de la ética fundamentalista hasta el último instante del fin de los tiempos. Sin embargo por razones personales yo me salgo de esos catecismos medievales que enseñaron la virtud con pinturas y esculturas del horror. Y más bien me inclino por la práctica de otro estilo didáctico propuesto en un film más reciente (1987) por el danés Gabriel Axel, “Le festin de Babette”. En donde también se salva de manera heroica nuestra extraordinaria civilización material del ataque tóxico promovido por el fanatismo ético, intolerante y fundamentalista de la religión. Es decir, se trata de salvar todo lo que le dá sentido a la vida: a saber, el disfrute de la cultura del vino, de la comida, del confort urbano y rural, del aprecio a la naturaleza y del afecto compartido entre familia y amigos. Es decir, todo tiene sentido cuando se trata de usar la inteligencia racional para ser buenos y bellos. No hay mejor ética que esa. Saludos. Flavio

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